Mujeres seris quieren una universidad

+ No quieren más megaproyectos, narcos, ni marinos en sus tierras


HERMOSILLO, Son., 8 de Marzo de 2018.- Las mujeres seri quieren proyectos, no más problemas de quienes presuntamente acuden en su apoyo.

Primero debieron expulsar de su territorio a una minera instalada sin el permiso de la comunidad ni los requisitos legales necesarios.

Ahora enfrentan una “invasión” de la Marina-Armada de México y a la intención de empresarios nacionales y extranjeros de instalar plantas desaladoras y de energía maremotriz; también luchan por mantener a raya al crimen organizado y el machismo.

La resistencia es encabezada por Gabriela Molina Moreno, quien dejó su casa de El Desemboque, junto a la costa central de Sonora, en Pitiquito, para estudiar la universidad. Los gobiernos estatal y federal se preocupan por dar entrada a mega proyectos pero no por acercar una universidad, dice Gaby, quien tuvo que mudarse a Ciudad de México para estudiar Ciencia Política en la UNAM.

Cuando volvió a su comunidad, vio que los jóvenes se organizaban ante la llegada de un proyecto minero a sus tierras. Se volvió parte fundamental del grupo Defensores del Territorio Comca’ac, --cinco hombres y 12 mujeres—y su historia es hoy una de las diez que conforman el multimedia Flores en el desierto, de Gloria Muñoz, sobre las mujeres del Concejo Indígena de Gobierno.

Presentado por la fundación alemana Rosa Luxemburg Stiffung y Desinformémonos como parte de las celebraciones por el Día Internacional de la Mujer, Flores en el desierto cuenta la historia de 10 mujeres Comca’ac, yoreme, coca, binnizá, nahua, tsotsil, mazahua, maya y kumiai, que luchan junto a sus comunidades para defender sus territorios y recursos naturales.

Gaby explica en Flores en el desierto cómo pueblos yaquis, makurawe, raramuri y los de Morelos y Estado de México, empezaron a organizarse en su lucha contra las minas. Los jóvenes hablaron con el comisariado ejidal para pedirle que convocara a una reunión con todos los ejidatarios y exigir información a la empresa, porque la gente no entendía qué hacían en sus tierras.

La minera se instaló en el territorio de los seri, quienes viven de la caza y la pesca, sin autorización de la comunidad, sin Manifiesto de Impacto Ambiental y sin cambio de uso de suelo por parte del municipio, según denunció Gabriela en 2015. Así empezaron a explorar y luego a explotar la zona.

Cuando los jóvenes investigaron sobre la concesión de 200 hectáreas en el área llamada La Peineta 1, encontraron que había siete más que el gobierno federal otorgó a partir de 2010 a personas “de fuera”. El subsuelo del territorio del pueblo seri estaba concesionado y ellos no lo sabían.

El grupo logró parar La Peineta 1 con un amparo contra la concesión, pero como nunca se actuó, las mujeres de la comunidad fueron hasta la mina y destruyeron todo lo que había. Ahora no hay mineras operando en territorio seri.

Sin embargo, la integrante del CIG afirma que si bien pararon a las minas, “ahora vienen otros: piensan imponer en nuestro territorio proyectos de zonas hoteleras, desaladoras (para volver potable el agua de mar) y energía maremotriz (que se genera a través de turbinas y el movimiento de las mareas), para llevar agua y electricidad a Estados Unidos”.

Además tienen otro frente de lucha: denuncian como una invasión ilegal de la Marina Armada de México en sus tierras. La Isla Tiburón, que el pueblo tiene en propiedad comunal, es punto de reunión de los guerreros seri, pero es habitada por los marinos que se instalaron sin permiso de la tribu. Gaby denuncia, en su testimonio para Flores en el desierto, que solo llegaron para proteger a los delincuentes.

Como medida de seguridad, al territorio seri no puede entrar nadie que no esté invitado. Eso no los libra de los intrusos. Gabriela forma parte de la Guardia Tradicional que patrulla la zona para impedir, entre otras cosas, el robo de su pesca y para redoblar la vigilancia de sus aguas.

“Me es difícil venir a la ciudad o salir, porque estamos haciendo recorridos. Hemos estado en operativos fuertes. Hace unos años yo fui comandante de la guardia, pero ahora no puedo porque tendría que estar todo el tiempo en la comunidad y a veces necesito ausentarme porque formo parte del grupo de resistencia y ahora del CIG”, expone.

La asamblea tradicional de Desemboque fue la que eligió a Gabriela Molina para participar en el Concejo Indígena de Gobierno. Ella, hija del actual gobernador seri y nieta de la única mujer que ha tenido ese cargo, es responsable de promover, organizar y hacer visibles las luchas de su pueblo.

Las mujeres del grupo de defensa del territorio también se ocupan de frenar el machismo. La cultura comca’ac (como se llaman los seri a sí mismos) era un matriarcado. El machismo llegó recientemente –afirma Gabriela– “los hombres comca’ac consideran a la mujer como cabeza del hogar, porque ella es la que tiene al hijo, lo cuida, hace la comida, recolecta semillas o granos comestibles, entonces ella tiene todo el derecho de levantar la voz y es la que propone.

Pero en los últimos dos años, “con la llegada de gente externa a la comunidad, se ha empezado a extender el consumo de alcohol y ha habido violencias por parte de los hombres comca´ac hacia la mujer, que eso antes no se veía”.

“Platicamos mucho con las ancianas de la comunidad, empezamos a hacer una serie de entrevistas y armamos videos para proyectarlos. Íbamos a la casa de las familias y les decíamos ‘oigan, nos prestan su pared’, y ya, nos cedían el espacio y ahí en la calle proyectábamos los testimonios para volver a escuchar cómo era el hombre seri antes y cómo trataba a su mujer, a su hermana, a su mamá, y entonces todos han empezado a reflexionar sobre eso y ya los jóvenes están haciendo mucho trabajo en la preparatoria y con un periódico comunitario”.

Gaby dice que en un pueblo de 400 personas, “apenas diez mujeres hemos podido estudiar una licenciatura”. Las barreras estructurales que enfrentan para llegar a ese nivel académico son muchas: el racismo es una de las principales.

La universidad más cercana está a cinco horas de la comunidad seri; quien quiera estudiar tiene que mudarse a otro sitio.

Y “en sonora hay gente sumamente racista. No nos conocen y cree que somos asaltantes o algo así”, tal vez por la fama ancestral de belicosos, por su resistencia a aceptar la colonización y confinarse a un solo territorio para proteger su religión, sus costumbres y su cultura. Si dices que eres seri o comca´ac, lo primero que hacen es humillarte y ofenderte. Los padres seri tienen miedo de que sus hijas pasen por eso, aunque quieran realmente que ellas estudien, porque sí quieren, pero saben que van a enfrentarse a ese racismo”.

La falta de recursos para mudarse lejos de casa y sostenerse es el otro impedimento para llegar a la universidad. Las rentas en Hermosillo no bajan de 3 mil o 4 mil y es una de las ciudades que está muy mal en el tema de transporte, “ahí si no tienes una camioneta o algo, no te puedes mover”.

Saben que si esperan al apoyo de las autoridades no tendrán pronto una universidad, por eso “ya estamos pensando en construir una propia, estamos viendo, ahorita es un reacomodo de todo el territorio en muchos aspectos, pero lo estamos planeando”. (Con información de Animal Político)